Yo que de niño fui amamantado hasta los cinco
que los pañales siempre me dieron asco (aún a mi edad me siguen repugnando)
que andaba desnudo por la casa (conservo la costumbre)
que jugaba siempre en la tierra toda la tarde y me ensuciaba hasta los oídos
que nunca obedecí una orden en mi hora de juego
que grité: “ya voy” cuando me llamaban y tardaba en acudir
que también odié bañarme
que me gustaba levantarme temprano, sentir el olor a café y desayunar arepa con queso
que me acostumbré a decir: “ción”
que me disfrace infinidad de veces como superman
que cuando me decían: “bájate de ahí, te vas a caer” terminaba con las rodillas raspadas, dientes rotos, moratones por todo el cuerpo y siempre lo volvía a hacer
que compre refrescos de litro en botellas de vidrio
que pedía “cien bolos” y me revolcaba en envolturas de chocolates
que me reía con el chavo a pesar de tener treinta años de estrenado (debo confesar que aún ahora, después de viejo, me río y reiré)
que vi el club de los tigritos, los hermanos Warner, aventuras en pañales y otras tantas caricaturas cuya enumeración sería muy extensa, todo esto sin tener cable
que extraño a Bugs Bunny y a Tom y Jerry
que aún espero el día en que el coyote atrape al correcaminos (aunque piense que es un grandísimo tonto)
que el momento más épico de mi infancia televisiva fue cuando los Looney Toons se encontraron con Michael Jordan
que a pesar de tanto televisor, nunca me faltó, me falta ni me faltará un libro
que por mi mal comportamiento (hiperactividad según los grandes) era enviado infinidad de veces a la biblioteca
que conocí al principito
que mis profesoras me hacían recitar poesía empalagosa pero que a todos encantaba (del cielo cayó una rosa, mi madre la recogió, se la puso en el cabello y que linda le quedó)
que mi padre era declamador
que mi mamá me hablaba de tío tigre y tío conejo, caperucita roja, los enanos y otras historias
que en el salón era astuto con las matemáticas
que en el recreo jugué al “tocaito” y a policías y “malandros”
que a mí me machorrearon, no me hicieron eso de “bullyng” o “bulling” (como sea que se escriba)
que huía de las peleas
que me hice boxeador, kick-boxeador, karateca y hasta ninja y ya nadie más quiso pelear conmigo
que siempre me gustaron las historias de terror
que a pesar de que me gustaban esas historias siempre me dio miedo la sayona, el silbón, la llorona y otros fantasmas
que mi sueño siempre fue ir a Nunca Jamás y derrotar al Capitán Garfio
que solo tuve novia hasta muy entrada la pubertad
que gritaba en la calle todo lo que sentía
que era yo mismo
que era un niño y lo seguiré siendo hasta el fin de mis días
Advierto que no pienso crecer nunca, (estas no son falsas promesas como las de Peter Pan), y seguiré caminando desnudo, gritando al cielo y cantando las canciones de ni fu ni fa hasta el fin del tiempo.