I
Eran como piedras que, en la oscuridad de la noche, querían distinguirse entre las otras y comenzaban a saltar.
II
Por más que volvía a abrir los ojos no conseguía ver nada. El rectángulo que me rodeaba ahogaba todo inútil intento por moverme. Y el maldito olor a tierra delataba que esos infelices me habían enterrado vivo.